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jueves, 10 de marzo de 2011

Guatemala


Guatemala, nuestro vecino país está compuesto por una mayoría étnica de origen maya. Desgraciadamente las constantes intervenciones estadounidenses han dejado devastada la zona campesina, y no sólo la zona, sino las poblaciones. Las reformas agrarias realizadas entre 1948 y 1954 afectaron los intereses de monopolios estadounidenses establecidos en Guatemala. El conocido caso de la United Fruit Company es un claro ejemplo del intervencionismo americano, pues el gobierno de Eisenhower mandó tropas bajo el pretexto de que Guatemala estaba teniendo conductas comunistas. No olvidemos que esos años (1948-1954) eran los comienzos de la Guerra Fría, dos modos económicos se enfrentaban y la presencia de un supuesto “gobierno comunista” en un país relativamente cerca de Estados Unidos rompía con la política de la zona cero o también llamadas cinturones de seguridad. Son políticas bajo las cuales se libró la Guerra Fría, los países vecinos a las potencias representantes de cada economía, la URSS para el comunismo y EUA para el capitalismo, no debían tener matices que manifestaran presencia alguna del régimen contrario, pues según dichas políticas, representaban fuertes amenazas para las potencias.

Es pues, bajo esta ideología política que Guatemala se vio inmersa. La intervención de Estados Unidos trajo consigo el desgaste de la vida del campesinado. Hacia la década de los sesenta, la revolución armada comienza a tomar fuerza. Las influencias que la Revolución Cubana había marcado eran innegables. Ante este llamado de atención, EUA crea el Mercado Común Centro Americano (MCCA) que fracasa al poco tiempo de ponerse en desarrollo pues las condiciones económicas no eran para nada viables y los proyectos revolucionarios armados habían tomado mucha fuerza.

Los partidos políticos guatemaltecos comienzan a ser manipulados por la presencia estadounidense. Los movimientos revolucionarios de clase campesina e indígena son severamente reprimidos. A mediados de la década de los setenta se unen partes campesinas e indígenas a las organizaciones armadas que más adelante se fusionarán en una misma: la Unidad Revolucionaria Nacional Guatemalteca (URNG) cuyas peticiones se centran en cosas tan básicas que me parece, resulta vergonzoso para la humanidad que en el siglo XX se tengan que exigir; programas de salud y educación, principios de derechos humanos y reconocimiento de los pueblos indígenas. He de hacer un hincapié aquí, Guatemala como ya había mencionado, es un país cuya mitad de la población (aproximadamente) es no de origen indígena, sino indígena puro. El mestizaje no fue tan generalizado como en México. Eso quiere decir que hacia 1975 la mitad de la población de un país no estaba protegida por los derechos humanos que, se supone, deben tener. Sin embargo las intenciones de luchar por lo –supuestamente digno- trajo el enfurecimiento del Estado, respondiendo con programas con “Tierra Arrasada” y “Frijoles y Fusiles” que asesinaron a poblaciones enteras, ocasionando un genocidio devastador, desapariciones de miles de personas, desplazamientos y exilios.

Rigoberta Manchú, ganadora del Premio Nobel de la Paz, en su discurso de aceptación del premio mencionó varios elementos que me gustaría citar como muestra de la posición actual de las comunidades indígenas. Para empezar muestra la disposición de la fusión que se necesita hacer entre tradiciones indígenas y modernidad: “Los indígenas estamos dispuestos a combinar tradición con modernidad, pero no a cualquier precio. No consentiremos que el futuro se nos plantee como posibles guardias de proyectos etnoturísticos a escala continental”. Me parece que la postura de Rigoberta Manchú es muy puntal al especificar que las comunidades indígenas no pasarán a formar parte del turismo, la intención es que se añadan a la sociedad como una aceptación de la pluralidad cultural que existe en Guatemala. También en su discurso menciona la intención que ella tiene al expresarlo. “La atención que con este Premio Nobel de la Paz se centra en Guatemala deberá permitir que internacionalmente se deje de ignorar la violación a los derechos humanos y honrará a todos aquellos que murieron luchando por la igualdad social y la justicia en mi país”.

El pasado que el pueblo Maya ha tenido que superar es verdaderamente trágico, creo que no hay ninguna justificación –ya sea política o económica- para los daños que se causaron. Durante la Tercera Conferencia Mundial Contra el Racismo la ganadora del Premio Nobel hizo fuertes declaraciones sobre el genocidio guatemalteco, “Entre la primera y la segunda Conferencias contra el Racismo, se cometía en mi país, Guatemala, lo que ha sido calificado por la Comisión de la Verdad de las Naciones Unidas como un GENOCIDIO, del que soy una sobreviviente. 83 % de las 200 mil víctimas fueron indígenas mayas, como mi madre, mi padre y mis hermanos. Hasta la fecha, no hay tribunal en el mundo que asuma con valentía la persecución penal, el juzgamiento y castigo de estos crímenes contra la humanidad”.La apelación por una justicia aún no es escuchada. Los presuntos culpables no han pagado por los daños causados. La sociedad civil, las organizaciones a favor de los indígenas han sido las principales fomentadoras de una exigencia ante el orden mundial por los derechos indígenas. Actualmente se sigue luchando por una democracia segura en Guatemala, pues solo con un cambio político será que los problemas puedan ser erradicados.

Creo que al pensar en Guatemala y la situación que hoy por hoy siguen viviendo los indígenas debemos hacer un acto de conciencia. Desgraciadamente en nuestra sociedad el ser indígena se ha vuelto algo peyorativo. Una doble moral que rige al mexicano mestizo; admirando al indígena pintado en cuadros de Diego Rivera y rechazando al verdadero indígena, aquel que vive de la agricultura. Hagamos reflexión de cómo ahora hasta en el lenguaje cotidiano nos referimos a nuestras raíces como un lado oscuro de la sociedad: "no seas indio, eso no se dice". Creo que el cambio está en nosotros mismos, podemos dejar de darle una connotación negativa a los pueblos que han luchado por sobrevivir y cuyo analfabetismo, ténganlo por seguro, no es voluntario. Tenemos grandes cosas que admira y aprender de ellos.

Haz click AQUI para leer el discurso de Rigoberta Menchú por el Premio Nobel de la Paz en 1992.


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